cilla ermita, erigida dentro de espeso arbolado junto al río
y en donde se veneraba una imagen de la Señora por los lugareños,
esta imagen es la de la Virgen del Capítulo patrona de
Trasobares, que hoy se halla en paradero desconocido, debido a que
en la noche del Miércoles al Jueves Santo del año 1975 fue
robada, su pista se ha perdido hasta nuestros días, aunque la fe
de las gentes del lugar no se ha perdido, y siguen con la
esperanza deque algún día vuelva a presidir sus hogares.
En
este pueblo fue fundado el primer Monasterio de Aragón de Monjas
Bernardas por Doña Toda Ramírez, hija de Ramiro El Monje, fue
patrocinado por el Rey Alfonso 1 el Batallador, pero fue Don
Alfonso II quien concedió a Trasobares la «Carta Puebla» o Acta de Fundación en 1190.
La
Orden Militar de los Templarios primero y, al suprimirse ésta, la
de San Juan de Jerusalén poseía Añón, Talamantes, Ambel,
Alberite, Fuendejalón. Más al sur Purujosa, y Calcena en la
cabecera del Isuela eran de la mitra episcopal de Tarazona, otra
potencia que no admitía rival. En Calcena está la Iglesia
parroquial de Nuestra Señora de los Reyes de construcción tardogótica,
recientemente restaurada.
El Somontano y la cabecera del Isuela, que recibieron casi en su
totalidad población cristiana, tuvieron más personalidad jurídica.
De economía pobre, dependientes de un señor, tenían su fuero de
villanos de Ejea o Zaragoza, con una capacidad de defensa mayor
que los pueblos musulmanes. Situados algunos en el Somontano
Norte, en la zona de influencia de Tarazona, fueron los únicos
que discutieron el derecho exclusivo que se arrogaba de la Dehesa
del Moncayo, aunque frente a la ciudad del Queiles no podían
tener esperanza de éxito. Los del Somontano Sur vivieron en
mejores condiciones respecto a su señor, aunque la mayor pobreza
de la
tierra determinaba en todo el Somontano un resultado real económico
más
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pobre
que los pueblos musulmanes del llano irrigado, más cargados en
tributación, pero de una tierra más rica que compensaba con
creces la inferioridad de derechos.
Después
de la conquista cristiana del siglo XII y durante una época que
dura hasta la abolición de los derechos señoriales en el primer
tercio del siglo XIX, había dos ciudades y tres señoríos
principales en nuestra región. Las ciudades eran Borja y
Tarazona, cada una con grandes derechos en su valle. De los señoríos
el principal era el Monasterio de Veruela y, en menor escala, la
mitra de Tarazona y la Orden de San Juan de Jerusalén que
sustituyó a los Templarios en sus antiguas posesiones. Todos
estos poderes tenían una serie de derechos civiles, pero sobre
todo de riegos y ganaderos, los dos elementos fundamentales en la
organización de la vida regional. No hubo apenas variación
durante siglos y, por eso se formó un ciclo económico, el más
largo de la historia regional y que ha dejado profunda huella aún
en su ciclo actual.
Pero
si en cuanto a derechos y control absoluto queda dividido el Valle
del Huecha en varios poderes, siempre fueron dos ciudades los únicos
núcleos importantes y los que organizaron todo el comercio y vida
regional: Borja desde la cabecera del Isuela hasta el Ebro en el
Huecha, y Tarazona desde el Moncayo hasta Navarra en el Queiles.
Después la organización jurídico-social y el ciclo de economía
antigua se rompen en el siglo XIX al desaparecer los deudos señoriales
e iniciarse una economía liberal. Este cambio fue rápido en la
situación jurídica, pero se realizó con lentitud a lo largo del
siglo XIX y comienzos del XX. En el ciclo económico antiguo sólo
un acontecimiento tuvo importancia por la ruina momentánea que
ocasionó: fue la expulsión de los moriscos muy numerosos en
la región, a comienzos del siglo XVII. Ocasioné una catástrofe
de la que se recuperé lentamente, una disminución en el nivel de
vida,
pero no una modificación de las
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condiciones
económicas y jurídicas que continuaron siendo sustancialmente
las mismas hasta comienzos del siglo XIX.
El
hombre al organizarse modifica el medio de la Naturaleza, pero
siempre queda dependiendo de ella. La diversidad del clima y de
los suelos condicionan las posibilidades de toda economía rural.
Por eso en nuestra región, debido a su suelo y su clima, se dan
las siguientes formas de cultivo:
Tierras de regadío:
como
son los huertos, que se dan siempre en las cercanías de los
pueblos y su extensión es más bien pequeña. La huerta que es de
una más grande extensión y es la zona de regadío de más
importancia económica. La orillada, que la tierra es peor y menor
su riego, predomina en ella el cascajo y su cultivo casi exclusivo
es la vid y el olivo.
Monte o secano: que
como su nombre indica, es toda extensión de tierra que no se
riega. La función del monte tuvo una importancia esencial en el
antiguo ciclo económico de gran dedicación ganadera y lo es
actualmente, pero ya como complemento de la huerta.
Los
cambios sustanciales en la economía regional han sido las
modificaciones del cultivo en la huerta y la distinta vocación
del monte:
antes
era ganadero y ahora agrícola. La montaña se ha empobrecido al
perder su única vocación: la forestal.
Hasta
mediados del siglo XIX un tipo uniforme de cultivos se perpetué
durante siglos que eran:
Hortalizas
en los huertos; cereal, lino y cáñamo en la huerta; vid y olivar
en la orillada; vid y cereal y algo de olivar en los retazos
cultivados del monte o secano.
Los huertos: pequeños pero vitales para la economía casera del labra-
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