Me llamo Vicente Modrego Pérez. Nací en Calcena,
provincia de Zaragoza, el 22 de enero de 1929.
Mi pueblo linda con pueblos de la provincia de Soria,
como Borobia. Cerca está el Moncayo, los castillos de Herrera y
el Cabezo de la Tonda donde mojonan Calcena y Talamantes. Aquí
pasé parte de mi vida.
En casa éramos seís hermanos; tres varones y tres
mujeres. Teníamos ganado propio, un poco de huerta, viñas y
cereales. Mi hermano mayor me llevaba seis años y quedó en
puertas de ir a la guerra. Estuvo de pastor hasta el 1 de marzo de
1939, día en el que dejé la escuela (en la que por aquellos años
había cuatro maestros) y le relevé en el oficio de pastor.
Estuve hasta los 18 años, momento en que mi hermano pequeño, a
quien le llevo dos años, me cogió el relevo.
Pues bien, mi padre me puso de pastor con unas ciento
cincuenta ovejas. El o mi hermano mayor me acompañaban al
principio.
El pastoreo lo hacía por la zona de los Castillos de
Herrera y el Cabezo de la Tonda que andando están a unas tres
horas del pueblo.
En verano nos quedábamos tres o cuatro meses por el
monte. Nos llevábamos comida para dos o tres días. Unos seis
kilos de patatas, dos panes de aquellos caseros que hacían
nuestros padres y algo de merienda, que había poca. Eso sí,
acompañado de una buena bota de vino.
Por aquella zona pastoreaban quince o dieciseis
pastores, pues al ser montaña había mucha agua, siempre y cuando
el año no hubiera sido seco.
Durante el día, como hacía calor, llevábamos las
ovejas a la sombra de las piedras. Mientras tanto, a medio día
nos juntábamos dos o tres pastores para hacer nuestros ranchos de
patatas, donde echábamos leche. Después de comer íbamos a por
higos, uvas, etc. Otros se dedicaban a hacer rabiar a los buitres
en las buitreras. Les ponían esquilos en el cuello o bien cuando
se moría una oveja (en el verano de bazo y en la primavera de
basquilla) enroscábamos el hígado con alambre y se lo dábamos a
comer Eran más listos de lo que pensábamos, pues se comían el hígado
y dejaban el alambre para nosostros.
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