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Enterrado
en el olvido yace Manuel Ruiz Córdova, para muchos una cruz de madera en
el cementerio. Para otros tantos un héroe nacional. Para mí un
antepasado, sangre de mi sangre, el me dio mis apellidos. Si él no
hubiera salido con vida de su aventura, yo no estaría explicándola por
tanto, me siento en deuda con él.
3 de diciembre de 1896. Hace un siglo, mi abuelo Manuel
desembarcaba en Manila del vapor Alfonso XIII. Formaba parte de la 7ª
Compañía de Cazadores Expedicionarios nº 2 de Filipinas. Su misión:
defender los intereses de su país en la colonia. Bajo las órdenes del
general Lachambre finó en la provincia de Zambrales. En
la documentación familiar leemos textualmente: "El
6 de agosto de 1897 salió su compañía por ferrocarril a Bulacán,
formando parte de la columna mandada por el teniente coronel Dujiols,
encontrándose en combate mantenido con el enemigo en el puente de
Catubig" Más
adelante dice en términos militares:
"Cuando
en 1899, el día 17 de Mayo, debía embarcar con su batallón para la península,
por repatriación, no se incorporó al cuerpo, quedando en el archipiélago
por encontrase prisionero, según se consigna en la relación de E.S.
General Subinspector". Los
meses como prisionero fueron pasando, encerrado a miles de kilómetros de
su familia. La guerra había terminado en diciembre de 1898, y no llegó
al puerto de Barcelona hasta el 16 de enero de 1900, a bordo del vapor León
XIII, formando ya parte de uno de los grupos de héroes legendarios de
nuestra patria, el de los "últimos de Filipinas". Así
pues, al llegar al pueblo de Calcena se había ganado el apodo de "El
Filipino". Tal vez haya en el pueblo alguien que todavía lo
recuerde, aunque supongo que casi nadie sabe que sus restos reposan en el
camposanto de Calcena, bajo el peso de un siglo. Enterrado con él, yace
el orgullo de la patria en el conflicto con las Islas. Manuel
Ruiz Córdova murió el 11 de Diciembre de 1944. La muerte, a la que sin
duda conocía de cerca, le atacó por la espalda. Lo mató una herida
infectada que se abrió en el pie mientras labraba, a la edad de 67 años.
Se negó rotundamente a que le amputaran la pierna. El aplomo y la
obstinación que le habían mantenido vivo, le costaron la propia vida. ***************************** APARICIONES
EN LA CARA MENOS OCULTA El
pasado verano, cuando descendíamos una de las altas cumbres de nuestra
geografía, donde cada año acudimos a la cita de tomar el almuerzo en la
cima, y llegábamos a la mitad del descenso, me pareció reconocer a
alguien de las decenas de personas que subían. .-
¡Toma!, pues si parece J. Mari - y un poco más atrás, al acercarnos,
aparece... Mediel. Qué
alegría. No nos podíamos imaginar el encontrarnos allí, alrededor de
tanto peñasco. Después de varios abrazos, qué menos que con la máquina
en la mano plasmar aquel momento en una foto. Luego, ellos siguieron su
ascensión y nosotros para abajo. No sólo en la ciudad te encuentras siempre a alguien del pueblo, sino que también, a veces, donde menos te lo esperas. Poco después, en la carretera nacional de Soria, dirección Borja, se me acercó un coche con intención de adelantarme. Al llegar detrás de mí aflojó la velocidad y se mantuvo unos minutos detrás. Un poco mosqueado miré por el retrovisor para ver qué pasaba. Luego me empezó a adelantar y al llegar a mi altura me saludó y yo le correspondí. Al ponerse delante pude ver una pegatina en verde que decía: CALCENA, LA CARA OCULTA ... (continuará) Vicente Lapuente |