Adoro
lo ancestral de este pueblo,
lo
persistente, lo callado y etéreo.
Que
el cauce de un río pueda dar paso a la vida,
que
las rocas, acantilados y montañas
puedan
resguardarte durante miles de años
y
que no cambie el aroma de la higuera mientras tanto
Me
gusta pensar que acaso siglos atrás
otros
ojos pudieran ver exactamente lo mismo
Preguntaos
una cosa, para que exista
este
remoto pueblo, ¿cuánta gente
pasó
por aquí y quedó enamorada?
¿Desde
cuándo habita el hombre
estos
páramos salvajes
contemplando
los callados buitres
en
su inhóspito hospedaje?
¿Cuántos
siglos hace que decidió instalarse
en tan caprichoso terreno?
Este pueblo perenne
no morirá jamás mientras pueda
tener una huerta tan perfumada
y verde
habrá
gente mientras duren
las
altísimas paredes de piedra
vivirá
mientras haya cuevas,
mientras
haya sombra y fuentes bajo los chopos.
Despertará
cada día Calcena al relente
del
Moncayo, con su cara blanca y sonriente,
con
su paciente transcurrir de las cosas
Pese
al tiempo casi parado
en
sus florerillas hermosas
o
en el andar de sus gentes
este
pueblo perenne
es
lento como lento crece el árbol
pero,
como los árboles y las semillas ha existido
y
existirá siempre.
¿Qué
mueve a esa gente?
me
pregunto a veces
al
contemplar sus labores
o sus lentos andares al sol.
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Ellos,
sin duda, están vivos
y
yo apenas lo estoy.
Reconozco
mi descafeinada existencia
en
sus ojos, en la expresión de sus caras.
¿Acaso
no es una penitencia
llenar
un cobertizo de leña?
¿Andar
tantos kilómetros en busca de hierba
para
unas pocas ovejas?
En
absoluto lo es, simplemente es la vida.
La
penitencia es habitar
un
amasijo de cemento y asfalto
que
no conoce silencios, ni sosiego,
ni
el olor del romero.
tu
sudor pertenece a otra persona
que
no perdona un segundo,
y
entonces me pregunto:
¿qué
es lo que me mueve a mí,
que
no tengo sol ni una mala oveja
con
la que compartir el silencio?
Mis
ojos solo ven en tonos gris
y
recuerdo que existe tierra
roja,
verde, morada, amarilla,
su
fragancia inunda el camino cuando llueve,
el
largo sendero de espacios libres.
Tu
casa de ancestros te espera,
morada
de golondrinas de imposible vuelo.
Donde
las calles y las casas son todavía
de
antepasada piedra...
Ya
lo entiendo, ya sé lo que me mueve,
el
simple recuerdo y la conciencia
de
que la vida puede existir
aunque
sea lejos de donde nací
Calcena:
a veces pienso que estas mejor como estás
y
rezo porque no aceptes entre tus colores
el
sucio y patético gris.
Quédate
en tu callado silencio,
Sigue
viviendo de verdad.
Miguel
Angel Ruiz Suesa
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