el
dueño del mundo (al menos, eso creía)
Crptus estaba tirado en el
suelo. Miraba a su alrededor y sólo veía las paredes de su
cueva. Tenía hambre y nada que comer. Recordaba que sus padres
le contaban que hubo un tiempo en que la tierra estaba llena de
animales y plantas. Tiempos durante los cuales el hombre se creyó
el dueño del mundo. Tan seguro estaba que empezó a eliminar
aquellos animales que él suponía competidores. Mató al lobo y
al oso porque se le comían las ovejas; a la garza, al martín
pescador, a la nutria, ... porque se le comían los peces; a las
rapaces porque comían conejos, pequeñas aves; así, acabó
poco a poco con todos. Sobre la faz de la tierra sólo quedaron
los animales de las granjas y aquellos que el hombre podía
cazar y comer.
Pronto empezaron los problemas. Las vacas se volvieron
locas, las ovejas modorras, los cerdos cogieron la fiebre
porcina, la mixomatosis y la
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neumonía vírica se extendió entre los conejos, las
perdices que soltaban no se reproducían y las gallinas no
ponían huevos de tantas hormonas utilizadas. Como no había
buitres, ni otras carroñeras, los cadáveres se acumulaban en
el monte y una epidemia de sarna se extendió entre los corzos,
ciervos, jabalíes, ...; no quedó ni uno. La especie humana se
volvió vegetariana, pero tanto había seleccionado las
semillas, tanto había modificado su genética que las plagas se
extendieron en las plantaciones. La ausencia de la capa de ozono
hizo el resto. Nada quedó sobre la tierra. La especie humana se
refugió en cuevas y se volvió canibal.
Crptus estaba tirado en el
suelo y maldecía a sus antecesores. Se habían creído los dueños
del mundo y habían terminado con él. Antes de morir de hambre,
abrió los ojos y vió a las hormigas subir por su cara
dispuestas a darse un festín.
F.
Ruiz
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