|
La
historia de Calcena es la historia de sus hijos; de los calcenarios. El Eco del Isuela llega a muchos sitios
de España, pero nos llamó la atención que un calcenario viviera en
Montluçon, Francia, Por ello, le pedimos a Pablo
Lacueva Tejero que nos contara su historia, porque es parte de la
historia de Calcena.
De
izda a derecha y de abajo arriba: nietas
Pauline,
Pattingre, Laura Busiere y Thalis Busiere. Marie Carmen Lacueva (hija),
Michel Pattingre (yerno), Marie Terréese Lacueva ( hija), Pablo
Lacueva, Francisca Gracia (esposa), Mariano Gracia (cuñado) y Patrik
Busiere (yerno), que nos hizo la foto..
Infantil de Calatayud, donde permanecí
hasta los diez años en que me trasladaron al Hogar Pignatelli de
Zaragoza, gestionado por la Exma. Diputación y al cuidado de la
Hermanas de la Caridad de Santa Ana, que nos trataban con amor y cariño,
como ángeles protectores. Mis familiares, tíos y primos, no dejaban de
venir a verme, cosa por la que les tengo eterna gratitud.
Cuando
terminé los estudios secundarios y llegar a los 14 años pasé a
aprender el oficio de carpintero. El primer día caí con buen pie, pues
el maestro, que era concienzudo y muy bueno, era de Aranda de Moncayo,
me cogió con mucho interés, y a mí no me faltaban voluntad ni
motivación.
|
La
vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda
para contarla.
Gabriel García Márquez
|
|
Montluçon (Allier) 20 de enero de 2003
… a pesar de estar lejos, y que pronto
van a hacer 50 años que salí, jamás olvido a Calcena y lo tengo siempre
en mi memoria y en mi corazón. Me siento feliz con los recuerdos de ese
querido pueblo. Todo me gustaba, y me gusta, sus casas, sus gentes, su
majestuosa iglesia, donde fui bautizado, la Virgen del Rosario, Santa
Constancia, la ermita de San Cristóbal, que tantas veces me hacía
recordar a mis tíos y familiares. Siempre serán para mí y los míos el
refugio de protección.
Lo bonito que era y es su paisaje. Desde lo alto se ve toda la
carretera, la fuente con sus aguas claras y cristalinas, donde iban las
mozas del pueblo a llenar sus cántaros que, en la cabeza o en las
caderas, subían cuesta arriba hasta la plaza donde está el frontón. Los
mozos jugaban a pelota vasca con inteligencia y bravura y al paso de esas
mozas tan guapas y valientes, con su carga, se paraban para dejarles
pasar, reconociendo su mérito y sacrificio de subir la cuesta con más de
30 kilos con tanta habilidad, hasta llegar a sus casas. Era una época de
muy buen ambiente, de respeto, buenos principios y de educación, en un
pueblo muy trabajador y solidario como Calcena.
¿Cómo he venido a parar a Montluçon? Pues le diré que mi deseo
no era emigrar para buscar fortuna, ni aventuras, ni trabajo, ni mucho
menos por política. El trabajo no me faltaba en Zaragoza, donde tenía
una plaza fija de funcionario en la carpintería de la Exma. Diputación
Provincial, donde no faltaba nunca el trabajo…pero el destino es así,
te acompaña en ese caminar que es la vida.
Cuando
a los tres años murieron mis padres, mis familiares me ingresaron en el
Hogar
|
página anterior continúa
en la página
siguiente
|