COLUMNA PARA HACER PENSAR
Adivinanzas
1.-
Si
lo pones, el agua quieta está. Si lo quitas, el agua se saldrá
¿qué es?
2.-
Uno larguito; dos más bajitos; otro chico y flaco; y otro
gordonazo ¿qué son?
3.-
Te pones ante mí y te ves a ti ¿qué es?
4.-Mi
cuna es mi sombrero y mi sombrero es mi tumba ¿quién soy?
5.-
Tiene orejas largas y tiene cola pequeña; en los corrales se cría
y en el monte tiene cuevas ¿quién es?
6.-
Tiene forma de cazuela; con alas, pero no vuela ¿qué es?
7.-Apedíllame
Rey y no tengo reina; dicen que soy rubio y no tengo pelo; afirman
que ando y no me muevo ¿quién soy?
8.-
¿Qué es una cosa qui-quiricosa, que entra en el río y nunca se
moja?
9.-
Casa formada de vestiditos de animales, para cinco hermanos
desiguales que hacen dentro su morada ¿qué es?
10.-
¡Mis cuernos! Dijo la cabra. ¡Mi lengua! Dijo la serpiente. Pero
no balo ni pico ni muerdo, a pesar de que tengo dientes ¿quién
soy?
11.-
Aparece al alba en el musgo y se abre como un paraguas ¿qué es?
12.-
Lentamente y solo transporta su casa por encima de las ramas y las
piedras ¿qué es?
13.-
Dos arquitas de cristal, que abren y cierran sin rechistar ¿qué
son?
SOLUCIONES
1.- El
corcho. 2.- Los dedos de la mano. 3.- El espejo. 4.- El
caracol. 5.- El conejo. 6.- El sombrero. 7.- El sol. 8.-
La luna. 9.- Los guantes. 10.- La horca de la era. 11.- La
seta.- 12.- El caracol. 13.- Los ojos |
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UNA
APUESTA CON EL DIABLO. Cuento popular
Hace muchos años andaban el Diablo y San Crispín, tentándose
y divirtiéndose el uno a costa del otro. Os voy a contar lo que
el Diablo discurrió para, en un mes, atrapar el alma de San Crispín.
A San Crispín le dio por convertirse en labrador. Arrendó
un campo, lo aró, lo cultivó y lo puso de tal modo, que era una
bendición. Entonces, el Diablo cogió unos bueyes, los llevó a
otro campo y se puso a trabajar como si no tuviera qué comer.
Cada gota que sudaba era mayor que una uva. En cuanto terminó se
fue hacia San Crispín.
.-
¡Hola, hola! – dijo el Santo cuando le vió llegar- ¡Ya
tenemos tentación!
.-
Ya ve usted- dijo el Diablo con la cara compungida- también yo me
he metido a labrador. Eso de trabajar es cosa muy buena, que le
conviene incluso a la salud y la vida se pone de tal modo que una
buena cosecha, a nadie le estorba.
.-
Si señor, a nadie le estorba –dijo San Crispín con dulzura.
.-
Precisamente -continuó el diablo- se me ha ocurrido que si usted
fuera listo, además de su cosecha podría quedarse con la mía.
Sembraré una simiente, la verá crecer y si acierta su nombre,
toda la cosecha de mi campo irá a meterse en su granero. En
cambio, si a la tercera no acierta, será mía la cosecha de su
campo.
Le gustó la proposición a San Crispín y el Diablo se
puso loco de alegría; tenía la seguridad de que el Santo caería
en la trampa. Compraría la simiente en una población secreta y
el Santo no acertaría su nombre, perdería su trabajo, quedaría
reducido a la miseria y acaso en un momento de cólera diera
pataditas contra el suelo y levantara los puños. Se dedicó San
Crispín a recorrer las tierras de sus vecinos y en cuanto hallaba
una planta cuyo nombre desconocía, preguntaba,
.-
¿Ésta?, la zanahoria, ¿ésta? El nabo, ¿ésta? El perejil?...
Pero
que pena y pasmo los de San Crispín. Empezó a florecer la
simiente sembrada por el diablo y no conocía su nombre. Nadie la
cultivaba en el lugar y nadie le daba razón. El Diablo, para
despertarle el enojo, pasaba todos los días por la puerta de su
casa, cada vez más hinchado y más convencido de su triunfo. Pero
una mañana, se levantó San Crispín, que era una Gloria
contemplarlo. Y cuando, como siempre pasó el Diablo, le hizo
aproximarse y le advirtió,
.-
Ten cuidado con el campo, que anoche di una vuelta por allí y vi
revolcándose en él una bestia muy extraña.
Desapareció
el Diablo y se propuso velar para que la bestia no le echara a
perder el negocio. En cuanto llegó la noche, se metió San Crispín
en un cubo de miel, se revolcó en un montón de plumas y fue al
campo del contrario. Su aspecto desconcertaba; tenía traza de
animal, de hombre y de pájaro. En cuanto el diablo comenzó la
vela, se puso a caminar a cuatro patas, metiéndose en los surcos
y roncando tremendamente en ocasiones. El Diablo, que le vió,
tuvo que santiguarse. Nunca imaginó que existiera un monstruo así
en el mundo. Temblaba de miedo y empezó a sentarse mal, pero pudo
sacar fuerza para espantar al monstruo.
.-
¡Monstruo! –gritó- ¡que me estás estropeando las lentejas!
Llegó
el día terrible. El Diablo se acicaló para visitar al Santo y se
presentó en la choza con una arrogancia tan provocativa que otro
Santo que no fuera San Crispín le hubiera echarlo a puntapiés.
.-
¿Sabe usted a qué vengo? ¿Recuerda la apuesta? Si a la tercera
no acierta toda su cosecha será mía. ¿Qué sembré en mi campo?
.-
¡Lino!, .- ¡No!, .- ¡Mijo!, .- ¡Tampoco! -el Diablo bailaba de
alegría.
.-
Por última vez Crispín, ¿qué tengo en mi campo?.
.-¡
Lentejas, hombre, lentejas!
El Diablo saltó un bufido y salió más corrido que una liebre. |