CALCENARIOS EN
LA DIASPORA |
Al igual que algunos otros emigrantes o descendientes de emigrantes
de Calcena, siento cierta añoranza por ese pueblo ya que tengo agradables
recuerdos de mis visitas a esas tierras.
Quisiera que, sin ser el más indicado para ello,
reflejar en este escrito parte de ellas, desde la lejanía de tierras
malagueñas, donde fueron a parar mis padres. Mi madre, Mercedes, hija de
“los pancracios”, después de varios años en Barcelona y otros pocos en
Tauste (Zaragoza), (lleva ya 47 años en Málaga) sigue recordando, en
primer lugar a su familia (sus hermanos en el país vasco, Fermín y Rafael
q.e.p.d., y sus hermanas en Barcelona, Anita, Maria Jesús y Pilar), y en
segundo lugar, a su pueblo. No para de comentar la riqueza y el número de
habitantes que tuvo en siglos pasados. También deja caer de vez en cuando,
la miseria y el excesivo trabajo que tenían la mayoría de la gente en
aquellos años de su niñez y juventud. Y, al igual que gentes de otros
muchos pueblos de España, no tuvieron más remedio que emigrar hacia otros
lugares.
Mis recuerdos se centran hasta los ocho años, en los
que, durante vacaciones, estábamos largas temporadas con los abuelos, y
posteriormente, en el verano del año 1967 y abril del año 2000. Al ser
pocas las veces que he estado allí de mayor, es por lo que he dicho antes,
que habrá otras personas más idóneas para publicar este artículo, que he
enviado a petición de Fernando Ruiz Laiglesia, que ha tenido la amabilidad
de indicarme donde podía obtener información acerca de mi bisabuelo Manuel
Ruiz Córdova “el tío filipino”.
Ante todo y de pequeño, recuerdo las tareas agrarias,
en las que estorbaba, en vez de ayudar a mis abuelos, y mis tíos, pero
creo que ellos se alegraban enormemente, de tener unos días a sus
nietos/sobrinos, los mellizos Julito y Merceditas).
La pequeña vendimia, el pisar la uva en la bodega y
beber su zumo, la trilla en la era, el llevar el trigo al molino en el
río, hacer la masa y llevarla al horno, el regar la huerta, el ir a por
agua con el burro a la fuente, el atender a los animales en el corral,
etc. Tareas, que para nosotros que veníamos de otra ciudad, con otro tipo
de vida, (mi padre era funcionario de Correos), no eran agobiantes, ni
trabajosas, todo lo contrario, amenas, divertidas y didácticas.
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Por todo eso, ahora,
con el paso del tiempo, viendo en el estado que ha quedado ese lugar, me
da mucha pena.
Los tiempos van cambiando muchas cosas. Sin estar cerca de una gran urbe,
ni tener buenas comunicaciones,
puede ser atractivo para el turismo rural nacional. La labor que
están llevando, en primer lugar, las personas que mantienen allí su
vivienda para vacaciones, (lo que conlleva la mejora paulatina de las
infraestructuras), la Calcenada, la revista El Eco del Isuela, página
web, etc. pueden hacer que se vea el futuro con cierto optimismo.
Julio Carnero Pasamar.
Tal y como mi hermano Julio ha expuesto, estoy de acuerdo.
También puedo añadir un poco mas en visión y experiencia de niña,
relacionada con las actividades laborales que en aquella época realizaban
las mujeres: Recuerdo a las mozas con cántaros en las caderas y baldes de
ropa sobre la cabeza subir y bajar las calles dirección a la fuente y al
lavadero público, allí disfrutaba jugando y chapoteando con el agua y
cogiendo moras y otras plantas como las semillas del escaramujo (rosas
silvestres) con las que me hacía bonitos collares. Recuerdo las muñecas de
trapo, el juego de la zorra, que mi abuela la "tía Antonia" me llevaba con
ella y en la calle se hacía un corro de mujeres y con pocas "perrillas"
pasaban un buen rato. Recuerdo las excursiones con amigas a la fuente de
la Ujosa, los pucheros y el tizne negro, el alguacil anunciando la llegada
de mercancía a la plaza o un bando sobre cualquier otra información. Las
campanas a misa los domingos, sonaban a festivo y todos en casa de la
abuela, se vestían con sus mejores ropas y para no ser menos, a mí, la
niña pequeña de la casa me vestían como una princesa, con zapatitos
blancos y lazos en el pelo.
Solo puedo decir
palabras de gratitud por haber vivido en Calcena durante mi niñez. Gracias
a mis abuelos, mis tíos y a todos los habitantes de este entrañable
pueblo. Para los que me conocieron soy la hija de la Mercedes de la tía
Antonia y del Pancracio, "Merceditas" melliza de" Julito"
Si de algo sirve doy
ánimo a las personas que se ocupan de mantener este lugar entrañable y
sobre todo les doy las gracias.
Mercedes Carnero |