cruzar
con ellas unas cuantas palabras. Nuestra fuente, cuya agua ha
mitigado la sed y limpiado el sudor de los segadores. Que ha
escuchado tantas risas de niños que jugaban a cruzar la
desaparecida barra. Que ha visto, siempre callada y discreta, a
todos los viajeros del coche de línea en cuya baca se amontonaban
con las viejas maletas de cartón, tantas ilusiones y
tristezas... ¿Por qué tiene que ver sus aguas contaminadas?
¿Por qué ha de verse sucia si ha sido mimada y respeta por
nuestros ancestros durante cientos de
años?.
Pero no quiero ser pesimista en exceso, quizá porque creo
"a pies juntillas" en aquella sabia máxima que dice que "rectificar
es de sabios". Mi reflexión pues, me lleva a plantearme
las siguientes cuestiones: ¿Queremos mantener la belleza de
nuestros parajes? ¿Qué podemos hacer para conseguirlo?. Lo
primero, tomar conciencia de que nuestros antepasados, durante
siglos, ha cuidado su tierra y nos la han dejado en depósito para
generaciones venideras. Debemos cambiar el entorno para mejorarlo,
para disfrutarlo, nunca para destruirlo
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Intentemos hacer la menos basura posible (cuidado con
los plásticos y las latas que se degradan con mucha dificultad).
Tiremos la basura donde fije el Ayuntamiento (en zonas
de suelo impermeable donde los residuos no puedan contaminar las
aguas subterráneas) y nunca en las cunetas, al lado del río, en
barrancos o esparcidas por el suelo cuando vayamos a comer al campo.
En fin, vuestra razón y el cariño por el pueblo os irán
diciendo lo que podéis hacer.
Ojala nuestros hijos y los hijos de sus hijos disfruten de
nuestro pequeño rincón del Moncayo. Todavía estamos a tiempo.
Quizá dentro de poco sea ya tarde.
Aprovecho esta ocasión, para mandaros a todos, desde estas
lejanas tierras andaluzas, mi más cordial saludo. Tal vez la
distancia que me separa de mi tierra sea lo que hace mantener mi espíritu
tan cercano a Calcena.
Inmaculada
Valdepérez
Arahal
(Sevilla)
4
de marzo de 1.993
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